martes, 20 de diciembre de 2011

“No estoy preparado para morir”


Louis Rose, un cobarde.
Cuenta la leyenda que el coronel William B. Travis se plantó delante de todos los resistentes de El Álamo con gesto grave. Estaba en juego la independencia del estado de Texas. Fuera las tropas mexicanas del general Santa Anna se preparaban para el asalto final. Travis trazó una línea sobre la arena con su sable y dijo que quien la cruzara lucharía bajo pena de muerte segura, sin esperanza de supervivencia. Santa Anna iba a tocar a degüello, entrarían sin concesiones. Fue un momento cumbre del bartlebismo. Los casi 200 resistentes cruzaron la línea certificando su voluntad de morir por su libertad. Todos salvo uno: Louis “Mose” Rose. Se quedo mirando a sus 200 compañeros y lo dejó claro. “No estoy preparado para morir”.



El Álamo no tenía casi valor estratégico aunque era la mejor fortaleza al Oeste del Misisipi. Estaba únicamente en el camino de Santa Anna, que se dirigía a San Antonio. Los futuros estadounidenses tenían más cañones, estaban mejor armados pero superados en número por los mexicanos. El asedio duró 12 días. Llovieron más de 200 proyectiles que acabaron con las murallas de la antigua misión y todo quedó listo para el asalto final cuando ocurrió -o no- el acontecimiento al que el propio Rose hace referencia. No llegarían los refuerzos, vino a decir el mujeriego Travis. Los valientes que cruzaran la línea para luchar por su país pasarían a la historia, además de morir.

Y “Rose se fue por la noche”, contó en 1902 Enrique Esparza, testigo de El Álamo. “Fue el único hombre que no cruzó la línea. Hasta entonces luchó tan valientemente como cualquiera. Le abrieron una ventana por la noche y le dejaron ir". Y a las cinco de la mañana del 6 de marzo comenzó el primero de los tres asaltos. Travis murió con los sesos esparcidos por un tiro. No vio cómo sus valientes rechazaron el primer envite. Los mexicanos eran un desastre y perdieron hasta 200 hombres, muchos por fuego amigo.

A la tercera fue la vencida. Nadie sobrevivió. Los heridos morían acuchillados en sus camas, el patio era un jardín de cadáveres que acabaron en una pila ardiente y sin sepultura. Para entonces Louis Rose ya había puesto pies en polvorosa y se encontraba a mitad de camino de casa de unos amigos. ¿Fue una decisión cobarde o sabia? A Rose le apodaban Mose (Moisés) por su edad, 51 años. Era francés. En 1806 se había alistado en el 101 Regimiento de Napoleón. Luchó en Nápoles, España, Portugal y Rusia. Recibió la medalla de oro de la Legión. Quizás pensó que era demasiado idiota morir en una batalla sin valor estratégico. O que ya había luchado demasiado. Quizás el valiente fue él al optar por romper la cadena absurda de valerosos sacrificios y aislarse de la arenga nacionalista de Travis.


Travis a punto de trazar la línea entre la vida y la muerte.
Cuando Rose llegó a casa de la familia Zuber sus amigos se quedaron fríos. Pensaban que era un fantasma: “Pero Louis, ¿no estabas tú en El Alamo?”

“Por Dios”, espetaría, “no estaba preparado para morir”-.

Otra leyenda dice que el fantasma de un soldado del siglo XIX vaga por la carretera texana entre Nacogdoches y San Antonio rifle en mano. Cuentan que al ser preguntado contesta que intenta regresar a El Álamo. Muchos dicen que es Louis “Moses” Rose. Lo que nosotros sabemos es que Rose volvió a Nacogdoches. Se hizo carnicero. Y desde su carnicería pudo ver cómo el recuerdo de El Álamo se convirtió en la excusa perfecta para disculpar cualquier atrocidad cometida posteriormente sobre los mexicanos. Igual que ocurrió tras la muerte de Custer con los indios. Veterano de varias guerras, quizás no quiso ser utilizado como una excusa para más sangre y pólvora y prefirió no morir.  





2 comentarios:

  1. Muy bueno el blog. Un bartebly que a mi me gusta es el personaje principal de Un Homme qui Dort, de G. Perec.
    Saludo.

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  2. Pues habrá que echarle un ojo, ¿no? No lo conocía. Muchas gracias, Pedro.

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