Celebrando 40 años de mujeres maratonianas...
Cuando le vi casi le tenía encima.
Tenía el rostro desencajado y los ojos furiosos. Me gritaba que
parara. Quién me había creído. Decidí seguir corriendo. No rompas
el ritmo, me decía, no lo rompas, mantén el paso, no le mires, no
le mires, no te paralices, sigue corriendo, zancada tras zancada, un
pie y luego el otro, siente la pisada, que toda la planta sienta el
suelo... Congelemos la imagen.
Me llamo Kathrine Switzer y la noche
que decidí meterme en problemas nevaba. Era una noche invernal de
1967 y la temperatura era ideal para correr una vez acostumbrabas a
tus pulmones al frío, que entraba a chorro por nuestros esófagos. Arnie Briggs corría con sus 50 años a cuestas y un
sinfín de lesiones de pierna. Parloteaba como de costumbre. Contando
batallitas de la Maratón de Boston, que si John Kelley el Joven,
que si John Kelley el Viejo, que si Tarzan Brown...
¡Para de hablar de Boston y vamos a
correr la maldita maratón!-, le interrumpí con decisión, ese tono
entre bravucón y sentenciador que usamos los estadounidenses a veces
ante una empresa.
Bobbie Gibbs hizo correr la tinta en1966 |
Seguí corriendo. Noté que las caderas
se me impacientaban, descoordinándose, como si la cabeza y ellas
estuvieran manteniendo una discusión...
Estás loco, le dije. Si puedo correr
16 kilómetros, ¿por qué no 42?-
Arnie miraba al frente sin contestar.
¿Sabías que una tal Bobbi Gibb la
corrió el año pasado?-
Arnie soltó una exhalación profunda
por la boca.
Se escondió entre los arbustos -añadí
con tono resabiado-, esperó que todos los hombres pasaran y entonces
se metió en el pelotón. Acabó, pero no se computó su tiempo al no
tener número ni registro en la lista de corredores...Leí la
historia en Sports Illustrated.
El rostro de Arnie estaba rojo, más de
enfado que por la carrera. No me lo creo, refunfuñó. Yo seguí
corriendo, un pie delante del otro, como siempre. Corría y pensaba.
Pensaba que si este hombre no me apoyaba, nuestra amistad tenía poco
sentido.
Cuando correr era para unos pocos locos... |
La maratón: un bastión masculino. |
Seguían los entrenamientos, pasaban
las estaciones. Yo corría sin concesiones. Arnie estaba convencido.
Mi plan consistiría en imitar a Bobbi Gibb: presentarme, esperar a
la salida y, sin número ni registro alguno, meterme en el pelotón.
No, no, me cortó Arnie. Esto es una carrera seria, no se bromea con
Boston. Las reglas de la Unión de Atletas Amateur separaba las
carreras en tres categorías: Hombres, Mujeres, Maratón. Arnie fue
listo. La de maratón no incluía ningún asunto sobre el sexo del
corredor. Nos miramos sonriendo y nuestras sonrisas fueron tornándose
en carcajadas: ¡¡Las maratones son para locos!! ¿Quién pensaría
que la correría una mujer? Mi novio desde luego no. Tom era un
lanzador de martillo graduado de la universidad. Le encantaba verme
correr, estaba feliz con que su novia prefiriera correr a cualquier
otra actividad. Cuando le conté que iba a correr la maratón de
Boston se cayó de risa al suelo. Pero se vino.
El día de la maratón caía aguanieve.
Hacía frío y viento. Me puse mis peores ropas a sabiendas de que
conforme cayeran los kilómetros me las iría quitando sin visos de
volver a verlas. Parecía una cebolla. Me pinté los labios. Cuando
la gente vio que llevaba un número puesto se disparó la excitación.
Los corredores alrededor de mí me animaban. Me aceptaban. Quizás
esa maratón no fue un evento social más, quizás un anticipo de la
sociedad por venir...Quizás correr no sea una actividad física, tal
vez sea un estado mental. Tú, tu mente, el latido de tu corazón
y... Will Cloney, uno de los directores me impulsó desde la salida.
Salí al trote. ¡La gente me vitoreaba!
Llevaba casi seis kilómetros y medio
cuando el autobús de la prensa se acercó por detrás de nosotros.
En él también iban Cloney y el otro director de la carrera, Jock
Stemple, un tipo conocido por sus ataques de furia. Alguien gritó:
¡¡Hay una chica en la carrera!! Y el conductor redujo la velocidad
para que los fotógrafos hicieran su trabajo. Yo era el foco de todos
sus fotos. Stemple hojeó la lista de corredores buscando mi número.
Encontró mi inscripción: K. Switzer. Tras varias bromas, un
periodista le soltó la gota que colma el vaso: “No parece que se
llame Karl”. Y entonces Stemple estalló.
Volvamos al inicio. Descongelemos la
foto. No sabía qué ocurría. Ni las bromas que se habían dicho, ni
que los fotógrafos me estaban acribillando a disparos. Pero me
sobrevino esa sensación de peligro que tenemos antes de un golpe
cuando andamos en la oscuridad y giré la cabeza. Stemple iba lanzado
contra mí. Furioso, totalmente fuera de control, se abalanzó sobre
mí y al principio le esquivé. Luego me agarró del hombro y me dio
la vuelta gritando ¡lárgate de mi carrera y devuelve ese número!.
Arnie se interpuso intentando hacer que me soltara, pero Stemple no
desistía. Fue entonces cuando el director de la carrera aprendió
dos cosas a la fuerza. Una: que una mujer puede correr una maratón o
intentarlo siempre que le venga en gana lleve número o no. Dos: el hombre puede volar
de distintos modos y se dio cuenta al aterrizar. Su problema a parte
de su ceguera sexista fue la de no ver a mi novio Tom, un lanzador de
martillos de 107 kilos. Corría a mi lado y sirvió de lanzadera a
Stemple. Al principio pense que Tom le había matado. No sabía que
hacer hasta que escuché a Arnie gritar “¡corre como el demonio!(Run like hell!)”. Unas cuatro horas después llegué a la
meta.
Stemple se tira contra Switzer y Arnie Briggs intenta pararle |
Al día siguiente mi foto apareció en
muchos periódicos, salió hasta en el New York Times pero con alguna
incorrección. Dijo que no había acabado la prueba, por lo que llamé
al redactor furiosa: Solo porque usted acabara de rellenar su noticia
antes de que yo llegara no quiere decir de no acabara, le espeté.
Ninguna mujer volvió a llevar un número de corredor en la maratón
de Boston hasta 1972. Toda una carrera de resistencia que empezó el
día que a los doce años le conté a mi padre que quería ser
animadora del equipo de fútbol y me contestó: Eso es una tontería.
La vida es para participar, no para esperarla. Deberías hacer
deporte y que te animen a ti.
Preferí ser una atleta antes que animadora. Es lícito hacer aquello que la sociedad no espera de ti por un convencimiento absurdo. Solo hace falta poner un pie frente al otro. Así empezó. Primero un pie, luego el otro. Así una milla. Luego dos. Tres, cuatro... 42 kilómetros, una maratón. Y las barreras mentales empiezan a desplomarse...
Kathrine Switzer |
Apuntes
Entrevista a Kathrine Switzer recuerda la mayoría de las cosas que hemos contado arriba. Está en inglés...
Jock Stemple, 22 de abril de 1968. Declaraciones a Sports Illustrated: “No me opongo al atletismo femenino, pero estamos educados en el respeto a las leyes, en respetar las reglas. Las reglas amateur dicen que las mujeres no pueden correr más de milla y media (unos 2.4 km). Estoy a favor de hacer sus carreras más largas, pero no pertenecen a la categoría de los hombres. No merecen correr con Jon Ryun. Tú no querrías ver a una mujer corriendo con Jon Ryun, ¿Verdad?”. No sabemos qué contestó el periodista.
Arnie Briggs, justo detrás de Tom, empujando a Stemple. |
Roberta (Bobbi) Gibb. |
En 1984 la lucha de Kathrine Switzer alcanzó su cénit. Las mujeres consiguieron la organización de la primera maratón femenina de los Juegos Olímpicos. Cincuenta corredoras recorrieron 42 kilómetros de las calles de Los Ángeles a 27 grados de temperatura. De ellas, 44 consiguieron acabar la carrera. Todo el mundo recuerda a la que llegó en el puesto 37º, la suiza Gabrielle Andersen. Tenía 39 años y era su última oportunidad de correr una carrera así. Primero un pie, luego el otro. Es cuestión de querer.
A finales de los 70, Jock Stemple presentaba en Boston el libro “Just call me Jock” (“Llámame solo Jock”). Kathrine salió de detrás de las cortinas con un sweater como el que llevaba en aquella maratón de 1967 e interrumpió la presentación: “¡Lárgate de aquí, no eres oficial! ¡Dame ese libro!”. La primera reacción de Stemple fue violenta, pero en seguida cayó en que era una broma de la editorial. Jock Stemple y Kathrine Switzer son grandes amigos en la actualidad.
"La vida es para participar".
Kathrine Switzer
Que buena historia, tio :) Deberias de ponerlas tambien en ingles. Vaya curro, no? :)
ResponderEliminarGracias Fito! Son historietas que siempre me han gustado. Lees una y empiezas a mirar más cosas... Eso no es curro, jeje... A ver si sale algún finlandés!
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