El congresista no se siente útil. ¿Qué tendrá el congresista? Tras 36 años en el PSOE y 25 de vida pública
como político, en cargos como el de alcalde de Vélez Rubio, Luis
López renunció el mes pasado a seguir de congresista. Renunció a
su sueldo, a la comodidad, a poder pasear el prestigio por esos
restaurantes del Barrio de las Letras, Recoletos o restaurantes
entorno al Congreso, esas dietaaaaas... ¿Qué le pasó al señor López que se ha
ido tan discreto, casi sin hacer ruido? Algunos lo llamarán
epifanía, otros hartazgo, otros decencia y a otros se la soplará
(¿la mayoría?). Sabemos que el señor López ha dejado de lado un sueldo de unos 5.000 euros mes. No sabemos si se ha ido directo a una
empresa del Ibex (parece más que dudoso); tampoco sabemos si estará
diseñando joyería o acabará en alguna fundación de ideas
desastrosas. Lo que sí pensamos es que es un claro caso de Bartlebismo...
Imaginémonos que somos López...
Luis López, ex diputado socialista por Almería. |
Podrían existir muchos paralelismos entre el congresista López y el escribiente Bartleby. Imagínense al personaje de Melville recibiendo un papel tras otro de su patrón: Bartleby, escriba esto; Bartleby, escriba lo otro. Y Bartleby un buen día dice: Preferiría no hacerlo... Su jefe se pregunta si quizás tiene algo que ver con el hecho de que trabajara anteriormente en un bufete para el que escribía unas cartas que acababan almacenadas en una oficina sin llegar nunca a su destinatario. ¿Frustrante? No; o sí. Otro acto inútil y absurdo de los que acometemos cada día. En la acumulación está el desgaste, ya saben. Debe ser la vida loca que nos ha tocado vivir. Oiga, López, hoy votamos No; López, hoy Sí; mañana Abstención... Y López se extraña: ¿Pero no votamos ya que sí a una enmienda idéntica hace un año? ¿Cómo pueden más de cien personas estar de acuerdo siempre en lo mismo todos los días? López no sea pesado, no va con los tiempos, obedezca la voluntad del partido. Y haga el favor, no alborote, ¿eh?. Y López, chitón.
¿Para qué complicarse la existencia?
Es nuestro modus laboris, que podría haber pensado el diputado: un
Gran Mediocre da un grito y este se repite con eco en la boca de
otros mediocres, los cuales van disminuyendo de tamaño como pequeñas
piezas de una matrioska conforme circula la orden... Auuuuummmm,
repite el mantra una y otra vez, le dicen a uno; hasta que te salga con convicción,
como si fuera una verdad caída del cielo. Puedes ensayarlo frente al
espejo: aparenta confianza, esa mirada segura, no dejes entrever que
eres un mandado, acércate a quien debes acercarte, eso es una
comisión en la que te dejarán participar, unas perrillas más, un
plus, un bonus... Lo tomas o lo dejas, querido o querida, ahí fuera
hace mucho frío. En esas cosas se ensimisma López, cómo intentar encajar en este sistema de las cosas. A veces se sobresalta con un exabrupto lanzado desde la
tribuna y López vuelve en sí mismo violentamente mirando alrededor
del hemiciclo, con miedo a que un buen día se abra el techo del
congreso y surjan dos manos gigantescas de robot. Mientras la
izquierda le eleva del cuello, la diestra abre en dos a la compañera
de la derecha para introducir dentro de su cuerpo a López.
Inmediatamente, la izquierda recompone el cuerpo de la compañera,
mientras la derecha vuelve a abrir al siguiente congresista sentado
junto a la recién recompuesta diputada, que también acaba dentro
del otro compañero. Así un diputado tras otro hasta que todos
quedan bien recogiditos y se apagan las luces. Una sesión más de democracia...
Afortunado López, debía llegar
defectuoso de fábrica. La prueba que confirma la norma. En
ocasiones, surgen fallos en la cadena de montaje de la mediocridad.
Son seres que han llegado a un límite por la razón que sea, se ven
desbordados por una frase, una acción que produce una revolución
neuronal o una sensación de nauseas con efecto de pedo atravesado,
quién lo sabe. Una hecatombe en el status quo de las costumbres y
las ideas. Y en esos pensamientos está López sentado en su butaca. Lleva unas cuatro horas mirando a las cuatro personas sentadas en sus escaños. Le asombra la imagen, el 90 por ciento de los políticos electos no están en su puesto de trabajo. Ni les interesan los argumentos expuestos de cara a la votación de las tres de la tarde... (¿Queréis tenerlos controlados? Pinchad aquí).Y mientras, se pierde en su cabeza imaginándose si no habrá nadie en la geografía española más capacitado que él para el puesto que ocupa y, de súbito, a las dos y media, empiezan a entrar escuadrones de diputados venidos de todas partes de España, todos con sus bolsitas del Corte Inglés. Una sensación de tristeza le invade...
El diputado López el día que anunció su dimisión. |
Memorable diálogo entre Tancredi Falconeri (a. Dellon) y el príncipe Don Fabrizio (B. Lancaster) que explica el pensamiento Lampedusiano. El príncipe le reprocha a su sobrino que participe en la liberación de Italia junto al ejército de Garibaldi. Don Fabrizio, un aristócrata que desprecia las nuevas clases que imponen sus modos a la sociedad semi feudal del sur de Italia, no entiende que Tancredi esté con los liberales, esos "mafiosos y liantes", los Falconeri deben estar por el Rey... Y Tancredi se ríe: "Por el Rey, claro. ¿Pero qué rey?". Al final del diálogo, el joven tranquiliza a su tío: "Debemos ser nosotros quienes cambiemos la república... Si queremos que todo permanezca como es, necesitamos que todo cambie, ¿me explico?".
López recupera la consciencia en su escaño. Qué
hago aquí, se pregunta. No sé qué hacer. Podría perfectamente
venir al congreso cuando me toque y quedarme embelesado contemplando
en el techo los disparos de Tejero, pero no sé, preferiría ser,
hacer otra cosa... Podría también dejar de venir y seguir cobrando,
Camps lo hace en Valencia y no pasa nada. También hay por ahí un alcalde leonés que pasa de todo y sigue siendo alcalde...Entonces, López toma aire
y un día convoca una rueda de prensa para hacerse el haraquiri. “No
me siento útil”, dice. Se siente “incómodo”.
Y López se va. Sale del Congreso y se
acerca a uno de los leones para acariciarle el lomo a modo de
despedida. Se siente libre, en poder, con decisión propia. Tanto que
se para un momento para respirar a pleno pulmón unas cuantas
partículas en suspensión, sííííí...Mira a la boina de mierda
que cubre la ciudad y, reteniendo todo lo que puede el dióxido denitrógeno en sus pulmones, detiene la mirada en dos policías que
sacan a un tipo con pintas estrafalarias de enorme bigote del
congreso. ¡Las manos, cuidado con las manos!, grita el
desarrapado. Los policías le meten en el furgón, se sacuden el
polvo de los uniformes y se dan unas palmadas de aprobación. Dos
manos metálicas aparecen entonces de detrás de un edificio, la
diestra parte por la mitad al policía alto y la siniestra le mete
dentro al poli pequeño. Ambas manos recomponen al policía, que se
mete en el furgón y sale de la escena. López se saca el ipod, baja
las escaleras del congreso, se despide del licenciado en Físicas que
limpia la calle a esas horas. Se siente menos hueco por dentro. Enfila la carrera San Jerónimo hacia el Prado y le da al play al nuevo disco de The
Temper Trap... Por ejemplo.
Disfruta de tu honestidad y gracias.
Disfruta de tu honestidad y gracias.
Buscando cosas de Bartleby he topado con tu blog. De momento he leído éste artículo y me parece brillante. Me gusta mucho tu estilo: inteligente, fresco, ágil. Dan ganas de seguir leyendo cosas tuyas...
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