martes, 29 de mayo de 2012

El político y las matrioskas....


El congresista no se siente útil. ¿Qué tendrá el congresista? Tras 36 años en el PSOE y 25 de vida pública como político, en cargos como el de alcalde de Vélez Rubio, Luis López renunció el mes pasado a seguir de congresista. Renunció a su sueldo, a la comodidad, a poder pasear el prestigio por esos restaurantes del Barrio de las Letras, Recoletos o restaurantes entorno al Congreso, esas dietaaaaas... ¿Qué le pasó al señor López que se ha ido tan discreto, casi sin hacer ruido? Algunos lo llamarán epifanía, otros hartazgo, otros decencia y a otros se la soplará (¿la mayoría?). Sabemos que el señor López ha dejado de lado un sueldo de unos 5.000 euros mes. No sabemos si se ha ido directo a una empresa del Ibex (parece más que dudoso); tampoco sabemos si estará diseñando joyería o acabará en alguna fundación de ideas desastrosas. Lo que sí pensamos es que es un claro caso de Bartlebismo... Imaginémonos que somos López...

Luis López, ex diputado socialista por Almería. 

Podrían existir muchos paralelismos entre el congresista López y el escribiente Bartleby. Imagínense al personaje de Melville recibiendo un papel tras otro de su patrón: Bartleby, escriba esto; Bartleby, escriba lo otro. Y Bartleby un buen día dice: Preferiría no hacerlo... Su jefe se pregunta si quizás tiene algo que ver con el hecho de que trabajara anteriormente en un bufete para el que escribía unas cartas que acababan almacenadas en una oficina sin llegar nunca a su destinatario. ¿Frustrante? No; o sí. Otro acto inútil y absurdo de los que acometemos cada día. En la acumulación está el desgaste, ya saben. Debe ser la vida loca que nos ha tocado vivir. Oiga, López, hoy votamos No; López, hoy Sí; mañana Abstención... Y López se extraña: ¿Pero no votamos ya que sí a una enmienda idéntica hace un año? ¿Cómo pueden más de cien personas estar de acuerdo siempre en lo mismo todos los días? López no sea pesado, no va con los tiempos, obedezca la voluntad del partido. Y haga el favor, no alborote, ¿eh?. Y López, chitón.

¿Para qué complicarse la existencia? Es nuestro modus laboris, que podría haber pensado el diputado: un Gran Mediocre da un grito y este se repite con eco en la boca de otros mediocres, los cuales van disminuyendo de tamaño como pequeñas piezas de una matrioska conforme circula la orden... Auuuuummmm, repite el mantra una y otra vez, le dicen a uno; hasta que te salga con convicción, como si fuera una verdad caída del cielo. Puedes ensayarlo frente al espejo: aparenta confianza, esa mirada segura, no dejes entrever que eres un mandado, acércate a quien debes acercarte, eso es una comisión en la que te dejarán participar, unas perrillas más, un plus, un bonus... Lo tomas o lo dejas, querido o querida, ahí fuera hace mucho frío. En esas cosas se ensimisma López, cómo intentar encajar en este sistema de las cosas. A veces se sobresalta con un exabrupto lanzado desde la tribuna y López vuelve en sí mismo violentamente mirando alrededor del hemiciclo, con miedo a que un buen día se abra el techo del congreso y surjan dos manos gigantescas de robot. Mientras la izquierda le eleva del cuello, la diestra abre en dos a la compañera de la derecha para introducir dentro de su cuerpo a López. Inmediatamente, la izquierda recompone el cuerpo de la compañera, mientras la derecha vuelve a abrir al siguiente congresista sentado junto a la recién recompuesta diputada, que también acaba dentro del otro compañero. Así un diputado tras otro hasta que todos quedan bien recogiditos y se apagan las luces. Una sesión más de democracia...



Afortunado López, debía llegar defectuoso de fábrica. La prueba que confirma la norma. En ocasiones, surgen fallos en la cadena de montaje de la mediocridad. Son seres que han llegado a un límite por la razón que sea, se ven desbordados por una frase, una acción que produce una revolución neuronal o una sensación de nauseas con efecto de pedo atravesado, quién lo sabe. Una hecatombe en el status quo de las costumbres y las ideas. Y en esos pensamientos está López sentado en su butaca. Lleva unas cuatro horas mirando a las cuatro personas sentadas en sus escaños. Le asombra la imagen, el 90 por ciento de los políticos electos no están en su puesto de trabajo. Ni les interesan los argumentos expuestos de cara a la votación de las tres de la tarde... (¿Queréis tenerlos controlados? Pinchad aquí).Y mientras, se pierde en su cabeza imaginándose si no habrá nadie en la geografía española más capacitado que él para el puesto que ocupa y, de súbito, a las dos y media, empiezan a entrar escuadrones de diputados venidos de todas partes de España, todos con sus bolsitas del Corte Inglés. Una sensación de tristeza le invade...

El diputado López el día que anunció su dimisión.
Así, a nuestro diputado, un día tras otro, está a punto de explotarle la cabeza en su escaño pensando qué hago aquí, por qué voto esto si pienso lo otro y decide hacer una escapada al baño para despejarse; y se planta ante el inodoro y escucha las risas que salen de la cámara, luego abucheos, luego el martillo del presidente llamando al silencio... Piensa: fuera de este hemiciclo la gente pide un cambio, un modo de ejercer la política diferente. Y llena el lavabo de agua e intenta meter la cabeza para amortiguar el ruido de la diputación, pero solo alcanza a meter la mitad de la cabeza, las orejas se le quedan fuera del estanquito, es imposible no oír, y cuando la levanta le caen gotas por todo el traje y ve a Burt Lancaster en el reflejo del espejo como el principe Fabrizio de El Gatopardo. Y se le acerca, casi susurrándole al oído: “Hay que cambiar todo para que nada cambie”... Y López se desespera porque puede que lleve tiempo cumpliendo esa sentencia inconscientemente. Y tiene remordimientos. Y piensa que menudo agobio, que eso es fácil para el príncipe Fabrizio, un noble de familia rancia que se encuentra ante la posibilidad de ver como el fin del sistema que le ha encumbrado por gracia divina a la adoración más absoluta está a punto de llegar con la entrada de Garibaldi en Sicilia... Y además está Claudia Cardinale rondando por el plató y no La Cospedal y él además no es Alain Delon, ¡¡Diooooossss!!...¡¡Puto pedo atravesado!! ¡¡Lampedusa maledetto!!, grita al espejo casi al borde del retortijón.

Memorable diálogo entre Tancredi Falconeri (a. Dellon) y el príncipe Don Fabrizio (B. Lancaster) que explica el pensamiento Lampedusiano. El príncipe le reprocha a su sobrino que participe en la liberación de Italia junto al ejército de Garibaldi. Don Fabrizio, un aristócrata que desprecia las nuevas clases que imponen sus modos a la sociedad semi feudal del sur de Italia, no entiende que Tancredi esté con los liberales,  esos "mafiosos y liantes", los Falconeri deben estar por el Rey... Y Tancredi se ríe: "Por el Rey, claro. ¿Pero qué rey?". Al final del diálogo, el joven tranquiliza a su tío:  "Debemos ser nosotros quienes cambiemos la república... Si queremos que todo permanezca como es, necesitamos que todo cambie, ¿me explico?". 

Y vuelta al escaño donde López tiene una visión de un futuro destructivo si las cosas no cambian: López, a votar. Prefería no hacerlo. Venga, López. Y López se ve con tres toneladas de párpado por ojo dejando caer el dedo pesado sobre el botón resoplando bajo el pedazo de mostacho que tiene. Así todos los días hasta que López deja de hacerlo. Se acurruca en su escaño, no lo abandona, nunca sale del edificio. Su presencia incomoda. Todos sus compañeros le miran mal, a todos les desagrada ese ser absorvido por la Nada y al final cambian el Congreso de edificio solo para dejar de verle. Le abandonan en su escaño y venden el Parlamento al señor Sheldon Adelson como oficina principal del complejo de casinos Eurovegas. López se acomoda como una especie de Fantasma del Casino, un ser que deambula a veces entre las ruletas susurrando Preferiría no hacerlo, otras se acurruca junto a las máquinas recreativas y se atusa tristemente el bigote. Cuando Sheldon se percatan que ni el juego ni las putas le sacan del ensimismamiento, se lo dice a Esperanza Aguirre que acusa de antipatriota a López durante la visita un hospital de cartón piedra. Las cosas empiezan a ponerse mal para López mientras su bigote crece indiferente a todo lo que le rodea y, finalmente, cuando le llega al suelo, es denunciado y encerrado por la policía por allanamiento perpetuo de espacio privado.

López recupera la consciencia en su escaño. Qué hago aquí, se pregunta. No sé qué hacer. Podría perfectamente venir al congreso cuando me toque y quedarme embelesado contemplando en el techo los disparos de Tejero, pero no sé, preferiría ser, hacer otra cosa... Podría también dejar de venir y seguir cobrando, Camps lo hace en Valencia y no pasa nada. También hay por ahí un alcalde leonés que pasa de todo y sigue siendo alcalde...Entonces, López toma aire y un día convoca una rueda de prensa para hacerse el haraquiri. “No me siento útil”, dice. Se siente “incómodo”.

Y López se va. Sale del Congreso y se acerca a uno de los leones para acariciarle el lomo a modo de despedida. Se siente libre, en poder, con decisión propia. Tanto que se para un momento para respirar a pleno pulmón unas cuantas partículas en suspensión, sííííí...Mira a la boina de mierda que cubre la ciudad y, reteniendo todo lo que puede el dióxido denitrógeno en sus pulmones, detiene la mirada en dos policías que sacan a un tipo con pintas estrafalarias de enorme bigote del congreso. ¡Las manos, cuidado con las manos!, grita el desarrapado. Los policías le meten en el furgón, se sacuden el polvo de los uniformes y se dan unas palmadas de aprobación. Dos manos metálicas aparecen entonces de detrás de un edificio, la diestra parte por la mitad al policía alto y la siniestra le mete dentro al poli pequeño. Ambas manos recomponen al policía, que se mete en el furgón y sale de la escena. López se saca el ipod, baja las escaleras del congreso, se despide del licenciado en Físicas que limpia la calle a esas horas. Se siente menos hueco por dentro. Enfila la carrera San Jerónimo hacia el Prado y le da al play al nuevo disco de The Temper Trap... Por ejemplo.



Disfruta de tu honestidad y gracias.








1 comentario:

  1. Buscando cosas de Bartleby he topado con tu blog. De momento he leído éste artículo y me parece brillante. Me gusta mucho tu estilo: inteligente, fresco, ágil. Dan ganas de seguir leyendo cosas tuyas...

    ResponderEliminar